Gracias a su carácter cosmopolita, por su situación como el puerto comercial que conectaba Europa con África y América; Cádiz, desde sus orígenes, se destacó por su carácter abierto, debido al intercambio de culturas que con normalidad se desenvolvieron en la vida cotidiana de la ciudad, y por la rápida absorción de ideas que llegaban del exterior y de otras que surgieron aquí, antes de que fueran difundidas y aceptadas por el resto de la Península Ibérica e incluso por la Europa Occidental.
Este párrafo es para que lo memoricen los gaditas más chovinistas. Cádiz es la ciudad más antigua de occidente, o del Atlántico, uno de los principales lugares por donde penetró la civilización urbana ya desarrollada en el Próximo Oriente. Aquí se instalaron los primeros consulados extranjeros en España, el primer centro de estudios modernos de cirugía y de comercio, el primer casino, el primer conservatorio de música, el primer ateneo. Aquí se botó el primer submarino de Isaac Peral y se inventó la tanda de penaltis en el Trofeo Carranza de 1962. Ahí es ná.
Siempre a la vanguardia de las ideas contemporáneas que surgían en cada época, aquí se acogió a la masonería en el siglo XVIII, el liberalismo con la promulgación de la primera constitución monárquica en 1812, el romanticismo en el siglo XIX, la abolición de la esclavitud, el socialismo y el anarquismo. Y por donde entraba la moda francesa al resto de España.
La población de Cádiz siempre ha mostrado un espíritu avanzado e inconformista que poco tiene que ver con el estereotipo de gente despreocupada y holgazana. Aunque haberlos los hay, como en todos los lugares.
