Tras la catástrofe del asalto inglés sufrido a finales del siglo XVI, se reconstruye la ciudad de Cádiz y se comienza a reforzar su sistema defensivo para que no vuelva a ocurrir un ataque similar.
Fue tal la destrucción del asalto anglo-holandés de 1596 que se tuvo que decidir si abandonar las ruinas o reconstruir Cádiz. Como ya sospecharás se optó por esto último.
Fue tal la destrucción del asalto anglo-holandés de 1596 que se tuvo que decidir si abandonar las ruinas o reconstruir Cádiz. Como ya sospecharás se optó por esto último.
Pero aún así, el comercio se vino abajo y los mercaderes, junto con sus familias, se marcharon a otras ciudades y puertos. Por entonces nadie hubiera podido imaginar el enorme despegue económico que a lo largo del siglo XVII vivirá la ciudad que llegará a multiplicar su población por 20.
Además de levantar nuevas casas sobre los escombros de la ciudad medieval, se hizo evidente que era necesaria la construcción de un nuevo sistema de defensas que paliaran la permanente amenaza de ataques exteriores. Las antiguas murallas, a lo largo del siglo XVI, se habían mostrado obsoletas e inútiles ante las nuevas armas de artillería y asedio, además de haber sido desbordadas por el creciente caserio urbano que se había expandido fuera de su protección.
Se optó por levantar unas nuevas y modernas defensas, siguiendo el modelo de fortificación de Vauban, un ingeniero militar francés que diseñó un sistema defensivo que adoptaron multitud de ciudades europeas a lo largo del siglo XVII. Se trataba de levantar murallas con muros más anchos para amortiguar los impactos de los proyectiles de los modernos cañones, y de baluartes, como puntas que avanzaban hacia el mar, como proas de barcos, para reforzar la defensa frente a los ataques marítimos. Ahí tenemos los castillos de San Sebastián, de Santa Catalina, Puntales, el baluarte de La Candelaria, de los Mártires, y de San Carlos. Esta fortificación se planeó para que abarcara un amplio perímetro que permitiera el futuro crecimiento urbano.
Tan magna obra no se verá culminada hasta bien entrado el siglo XVIII, y con ella la ciudad se convertirá en una de las plazas más importantes del reino, adquiriendo su doble aspecto de mercantil y militar.
Estas construcciones defensivas atrajeron a gran número de ingenieros militares que también participarán en las obras de las nuevas ciudades americanas del Caribe, por esto se explican las semejanzas de Cádiz con La Habana, Santo Domingo, Cartagena de Indias, etc.
La prosperidad gaditana tiene su base en el paulatino traslado de la actividad comercial con América, desde Sevilla hacia Cádiz, especialmente a partir de mediados del siglo XVII. Atraídos por esta situación regresaron los comerciantes genoveses, venecianos, holandeses, ingleses, franceses y otras gentes del reino como vascos, cántabros y catalanes.
Durante este siglo se van perfilando los rasgos característicos de la casa del comerciante con Indias. En ella se unen en un sólo edificio: las dependencias comerciales (oficina y almacenes), las zonas de habitabilidad de la familia y de la servidumbre. Todas estas dependencias se organizan en torno a uno o más patios. Las portadas, que dan acceso a la "casapuerta" y que albergaban el escudo de la familia, llegaron a tener cierta monumentalidad, en ocasiones realizadas con mármoles italianos, encargadas a talleres genoveses.
La mayoría de las iglesias y conventos gaditanos pertenecen a esta época, pues muchas órdenes religiosas establecieron aquí sus casas para alojar a los frailes que esperaban para embarcar hacía el Nuevo Mundo para evangelizar y salvar las almas de los "salvajes".
Muchos artistas de diversa procedencia, en su mayoría del círculo sevillano, llegaron a Cádiz atraídos por su prosperidad económica, en busca del mecenazgo de la Iglesia y la burguesía mercantil. Implantándose el estilo barroco que también se expandirá a las nuevas obras americanas.
A estos hay que sumarle las importantes influencias del arte italiano que penetró a través de la importación de obras, fundamentalmente, genovesas y napolitanas, que llegaron a Cádiz, como los monumentos a los patronos San Servando y San Germán que se encuentran en la Plaza de la Constitución.
Antes de acabar con esta centuria te voy a contar que, en 1671, un tornado con vientos de hasta 420 km. por hora, dejó varios muertos por la caída de cascotes y espadañas, lo que obligó a promulgar una ordenanza municipal que limitó la altura de las edificaciones. Esta normativa impulsará la construcción de las torres-miradores que caracterizan a la arquitectura civil gaditana, y con las que entre los comerciantes rivales competirán por tener desde su casa el mayor alcance visual para adivinar la llegada a la bahía de los barcos que asomaban sus mástiles por el horizonte. De esta época es la Casa del Almirante, en el Pópulo, cuyas torres-mirador son las más antiguas que se conservan en la ciudad.
Se optó por levantar unas nuevas y modernas defensas, siguiendo el modelo de fortificación de Vauban, un ingeniero militar francés que diseñó un sistema defensivo que adoptaron multitud de ciudades europeas a lo largo del siglo XVII. Se trataba de levantar murallas con muros más anchos para amortiguar los impactos de los proyectiles de los modernos cañones, y de baluartes, como puntas que avanzaban hacia el mar, como proas de barcos, para reforzar la defensa frente a los ataques marítimos. Ahí tenemos los castillos de San Sebastián, de Santa Catalina, Puntales, el baluarte de La Candelaria, de los Mártires, y de San Carlos. Esta fortificación se planeó para que abarcara un amplio perímetro que permitiera el futuro crecimiento urbano.
Tan magna obra no se verá culminada hasta bien entrado el siglo XVIII, y con ella la ciudad se convertirá en una de las plazas más importantes del reino, adquiriendo su doble aspecto de mercantil y militar.
Estas construcciones defensivas atrajeron a gran número de ingenieros militares que también participarán en las obras de las nuevas ciudades americanas del Caribe, por esto se explican las semejanzas de Cádiz con La Habana, Santo Domingo, Cartagena de Indias, etc.
La prosperidad gaditana tiene su base en el paulatino traslado de la actividad comercial con América, desde Sevilla hacia Cádiz, especialmente a partir de mediados del siglo XVII. Atraídos por esta situación regresaron los comerciantes genoveses, venecianos, holandeses, ingleses, franceses y otras gentes del reino como vascos, cántabros y catalanes.
Durante este siglo se van perfilando los rasgos característicos de la casa del comerciante con Indias. En ella se unen en un sólo edificio: las dependencias comerciales (oficina y almacenes), las zonas de habitabilidad de la familia y de la servidumbre. Todas estas dependencias se organizan en torno a uno o más patios. Las portadas, que dan acceso a la "casapuerta" y que albergaban el escudo de la familia, llegaron a tener cierta monumentalidad, en ocasiones realizadas con mármoles italianos, encargadas a talleres genoveses.
La mayoría de las iglesias y conventos gaditanos pertenecen a esta época, pues muchas órdenes religiosas establecieron aquí sus casas para alojar a los frailes que esperaban para embarcar hacía el Nuevo Mundo para evangelizar y salvar las almas de los "salvajes".
Muchos artistas de diversa procedencia, en su mayoría del círculo sevillano, llegaron a Cádiz atraídos por su prosperidad económica, en busca del mecenazgo de la Iglesia y la burguesía mercantil. Implantándose el estilo barroco que también se expandirá a las nuevas obras americanas.
A estos hay que sumarle las importantes influencias del arte italiano que penetró a través de la importación de obras, fundamentalmente, genovesas y napolitanas, que llegaron a Cádiz, como los monumentos a los patronos San Servando y San Germán que se encuentran en la Plaza de la Constitución.
Antes de acabar con esta centuria te voy a contar que, en 1671, un tornado con vientos de hasta 420 km. por hora, dejó varios muertos por la caída de cascotes y espadañas, lo que obligó a promulgar una ordenanza municipal que limitó la altura de las edificaciones. Esta normativa impulsará la construcción de las torres-miradores que caracterizan a la arquitectura civil gaditana, y con las que entre los comerciantes rivales competirán por tener desde su casa el mayor alcance visual para adivinar la llegada a la bahía de los barcos que asomaban sus mástiles por el horizonte. De esta época es la Casa del Almirante, en el Pópulo, cuyas torres-mirador son las más antiguas que se conservan en la ciudad.