Cádiz pierde su preponderancia por la desaparición del comercio con las colonias americanas. La decadencia de la ciudad se verá reflejada en su altas cifras de paro.
Comienza este siglo con la gran decadencia del comercio marítimo en Cádiz tras el desastre del 1898, que supuso la pérdida del resto de colonias caribeñas y Las Filipinas.
Comienza este siglo con la gran decadencia del comercio marítimo en Cádiz tras el desastre del 1898, que supuso la pérdida del resto de colonias caribeñas y Las Filipinas.
Para reactivar la economía y favorecer la recuperación, en las primeras décadas se ordenó derribar parte de las murallas para construir un puerto más amplio y moderno.
Comenzó la implantación del veraneo y los baños de mar desde la Belle Epoque y los años 20, surgiendo un área de recreo en la zona de Puertatierra, en torno al Balneario Reina Victoria, hoy Hotel Playa Victoria, en la plaza Ingeniero de la Cierva, y que será el germen del Paseo Marítimo.
Como venía siendo habitual, en aquel siglo XX, Cádiz no se iba a librar del desastre que cada siglo lo asolaba. Recordemos: en el siglo XVI, el asalto anglo-holandés; en el siglo XVII, un tornado; en el siglo XVIII, el maremoto; en el siglo XIX, el asedio francés; y en el siglo XX... LA GRAN EXPLOSIÓN.
Un atardecer de agosto de 1947, estalló el depósito de minas submarinas que se encontraba en extramuros, en el barrio de San Severiano, dónde hoy se encuentra el Instituto Hidrográfico. De tal magnitud fue la explosión que en un radio de kilómetros no quedó piedra sobre piedra. Si bien, las murallas de nuevo, como ocurriera en el maremoto de 1755, protegió a la población que guardaba. Aún así, las enormes puertas de la Catedral se quedaron "abombás" de la fuerte onda expansiva.
Fuera de los muros, en Puertatierra, los daños materiales, y sobre todo humanos fueron catastróficos. Lamentablemente en aquella zona se encontraba la Casa Cuna que fue arrasada, y muchas de estas victimas fueron los pequeños huerfanitos que allí se encontraban acogidos.
Por este desastre, debido, a lo que hoy llamaríamos una negligencia del Gobierno Militar, Franco se sintió deudor con la ciudad de Cádiz, por lo que se impulsaron medidas de desarrollo, como la remodelación urbanística de extramuros, con nuevos barrios de viviendas de protección oficial, como Trille y el Cerro del Moro, significando un despertar de Cádiz a la modernidad y su expansión más allá de sus murallas.
Por otro lado, para, digamos, congraciarse con los gaditanos, Francisco Franco levantó la prohibición que impuso sobre los Carnavales de Cádiz, vaya usted a saber por qué lo había hecho. El dictador nunca se caracterizó por tener un gran sentido del humor. Se instauraron así las denominadas Fiestas Típicas Gaditanas, que se celebraron en los meses de mayo, en vez de en febrero. Hasta que los carnavales se restablecieron por completo en la Transición.
No quiero pensar que nuevo desastre nos guarda la Divina Providencia en este siglo XXI. Más allá del galopante paro que nos asola y la decadencia industrial de la bahía que debemos achacar a otras fuerzas más terrenales.