Cádiz arrebata el monopolio del comercio con América a Sevilla, enriqueciéndose y atrayendo a mayor número de comerciantes extranjeros. Pero esta prosperidad estuvo amenazada por un maremoto.
El crecimiento económico que se vivió en Cádiz a lo largo del siglo XVII, se vio culminado cuando, en 1717 (fecha fácil de recordar), entre las reformas borbónicas, Felipe V trasladó a Cádiz la Casa de Contratación y el Consulado de Indias, que se encontraba hasta entonces en Sevilla. Es decir, el monopolio comercial con América pasó de Sevilla a Cádiz.
El crecimiento económico que se vivió en Cádiz a lo largo del siglo XVII, se vio culminado cuando, en 1717 (fecha fácil de recordar), entre las reformas borbónicas, Felipe V trasladó a Cádiz la Casa de Contratación y el Consulado de Indias, que se encontraba hasta entonces en Sevilla. Es decir, el monopolio comercial con América pasó de Sevilla a Cádiz.
Con esto se reconocía una realidad que venía produciéndose desde hacía muchos años: Cádiz asumía cada vez un mayor protagonismo en los viajes de ultramar. Sobre todo por la difícil navegación de los grandes barcos por el río Guadalquivir, y más aún por el cierre paulatino de la barra de Sanlúcar de Barrameda que obstruye su desembocadura.
El ambiente cosmopolita de Cádiz, por la convivencia de familias burguesas de comerciantes de diversos orígenes europeos, se refleja aún en los apellidos foráneos que perviven en la Guía Telefónica y en el callejero gaditano, y que le confirió a la ciudad ese carácter abierto que permitió la aceptación de Ilustración, estando a la vanguardia de los avances científicos e ideas políticas liberales.
Un ejemplo claro es la formación de la Congregación de la Madre Antigua, formada por los varones gaditanos más influyentes y adinerados, al modo de la masonería de la sociedad ilustrada de Europa y Norte América, que se reunían en el Oratorio de la Santa Cueva.
Un elemento peculiar en la arquitectura civil serán las casas-palacio de los comerciantes con Indias y sus torres-miradores. Aunque empezaron a surgir en el siglo anterior, será ahora, en el siglo XVIII, cuando alcancen su máximo desarrollo.
Encontramos en este siglo XVIII a un grupo de artistas genoveses que trabajan directamente en Cádiz a donde han trasladado sus talleres, atraídos por la gran demanda de los ricos comerciantes gaditanos para embellecer sus capillas y casas con portadas, retablos y esculturas.
A finales del siglo XVIII comienza a levantarse la Catedral Nueva en estilo barroco, y que a medida que avanzan las obras, a lo largo del siglo XIX, se culminará en estilo neoclásico.
A finales del siglo XVIII comienza a levantarse la Catedral Nueva en estilo barroco, y que a medida que avanzan las obras, a lo largo del siglo XIX, se culminará en estilo neoclásico.
De este siglo XVIII, periodo de esplendor, proceden los estilismos tradicionales de Cádiz, como son el traje de piconera y piconero, similar al de las majas y majos goyescos; y los elementos arquitectónicos más definitorios de su urbanismo que ya te he nombrado antes: las casas-palacios, las torres-miradores, las murallas y los baluartes.
Un famoso desastre natural amenazó con destruir Cádiz. El 1 de noviembre de 1755, hoy sería Halloween para más inri, tuvo lugar el terremoto que destruyó por completo la ciudad de Lisboa, Portugal, y que produjo dos enormes olas que se dirigieron a Cádiz.
Pocas horas antes de su llegada, las aguas del océano se retiraron de las orillas de las playas para coger su devastador impulso, dejando a la interperie el lecho marino, e incluso dicen las crónicas, quedaron a la vista antiguos templos y edificaciones que se encuentran sumergidas frente a la Caleta.
El pánico de la gente, al conocer el inminente peligro, les llevó a muchos a huir de la ciudad, mientras que los que no pudieron, pues cerraron las nuevas Puertas de Tierra, se vieron condenados sin remedio. Estos que quedaron dentro de la población sacaron en procesión a la imagen de la Virgen de la Palma en el barrio de la Viña.
Al llegar, las gigantescas olas rompieron contra las murallas quedando mermadas de fuerzas y las aguas sólo alcanzaron, sin peligro alguno hasta la puerta de la Iglesia de la Palma, donde hoy se encuentra un retablo conmemorativo del milagro efectuado por la Virgen, que paró las aguas.
Aunque junto a la Virgen de la Palma, también habría que darle su mérito a los constructores del, entonces nuevo, cinturón amurallado que protegieron a la ciudad del tsunami.
Los que consiguieron huir de la ciudad, muchos pertenecían a familias adineradas que sobornaron a los soldados de las Puertas de Tierra para que los dejaran salir, convencidos que tendrían una mayor oportunidad de salvación al alejarse de Cádiz, fueron arrasados por la fuerza del mar en el istmo de Cortadura, entre Cádiz y San Fernando. pereciendo en el acto, o, en el mejor de los casos, perdiendo las pertenencias que llevaban cargadas en carromatos y que terminaron en el fondo de la bahía.