El 30 de junio de 1596 una flota de 121 barcos ingleses desembarcó en Cádiz asaltando la ciudad y destruyéndola por completo.
La prosperidad de Cádiz a lo largo del siglo XVI, gracias al comercio con las Indias, se hará evidente en el crecimiento económico que experimentó la población gaditana, en especial el de la burguesía mercantil. Su privilegiada situación geográfica, convirtieron a la bahía en el principal puerto comercial que enlazaba con las rutas americanas, africanas, europeas y mediterráneas, alcanzando el auge que ya tuviera en los tiempos de los fenicios y los romanos.
La prosperidad de Cádiz a lo largo del siglo XVI, gracias al comercio con las Indias, se hará evidente en el crecimiento económico que experimentó la población gaditana, en especial el de la burguesía mercantil. Su privilegiada situación geográfica, convirtieron a la bahía en el principal puerto comercial que enlazaba con las rutas americanas, africanas, europeas y mediterráneas, alcanzando el auge que ya tuviera en los tiempos de los fenicios y los romanos.
Sin embargo. estas mismas características geográficas hacían de Cádiz una ciudad expuesta a los ataques navales, por lo que era uno de los objetivos predilectos para los saqueos por parte de piratas tan temidos y afamados como el turco Barbarroja o el inglés Francis Drake, donde sabían que fácil y rápidamente podían conseguir un buen botín. Por lo que Cádiz sufrió a lo largo del siglo XVI constantes y feroces rapiñas que mantuvieron, a sus vecinos más acaudalados, con un permanente temor a perder sus riquezas. Aunque era un riesgo asumido a cambio de las ventajas comerciales del puerto gaditano, lo mismo que las pérdidas en las inversiones en aquellos barcos cargados de mercancías que desaparecían en mar adentro.
Pero de entre todos los ataques sufridos, el asalto del 30 de junio de 1596, supuso la completa ruina de la ciudad. Este asalto fue dirigido por el Conde de Essex que comandaba una flota de 121 barcos con tropas de soldados ingleses y una orda de fanáticos holandeses. Penetraron por Puntales y consiguieron asaltar la ciudad.
Gran parte de la población huyó de la ciudad abandonándola en manos de los asaltantes durante días. Ardieron 290 casas, la Catedral (iglesia de Santa Cruz), la Compañía de Jesús (iglesia de Santiago), el Monasterio de Santa María y el Hospital de la Misericordia. Tal fue la virulencia destructiva que en Cádiz apenas queda nada en pie anterior a esta fecha.
Tras el asalto se vivieron auténticos momentos de penuria. Tras los días de saqueos e incendios, los "hooligans" ingleses y holandeses se marcharon satisfechos, cargados con un gran botín y llevándose a Inglaterra, como rehenes, a algunos de los gaditanos más adinerados por los que pedirán rescate, dejando la ciudad completamente destruida.
Los vecinos que habían logrado huir precipitadamente, con lo puesto, veían desde el otro lado de la Bahía las humeantes nubes que oscurecían el cielo gaditano así como su propio futuro. Al regresar, cautelosamente, las desalentadas familias se encontraron con las iglesias incendiadas, de las que sólo quedaban los rescoldos, las imágenes religiosas (cuadros y esculturas) de sus reverenciados santos y vírgenes, desperdigadas, arrojadas en las calles, acuchilladas y con impactos de proyectiles. Sus casas habían sido saqueadas, con todos sus enseres destrozados. Todas sus pertenencias habían desaparecido quedando en la más completa ruina. Como puedes imaginarte fue desolador.
Aunque algunos aprovecharon esta circunstancia para no reconocer las deudas cuyos documentos se habían destruido y ocupar las propiedades de aquellos vecinos que no regresaron a la ciudad.
Este ataque evidenció las carencias defensivas que presentaban las obsoletas murallas medievales. Quedó la ciudad tan desolada y mermada de población que se pensó incluso en abandonarla y trasladarla a la otra orilla de la bahía, donde se encuentra El Puerto de Santa María. Pero, como podrás adivinar, se optó por reconstruir la ciudad. Cosa que se hará a lo largo del siglo XVII.
Los vecinos que habían logrado huir precipitadamente, con lo puesto, veían desde el otro lado de la Bahía las humeantes nubes que oscurecían el cielo gaditano así como su propio futuro. Al regresar, cautelosamente, las desalentadas familias se encontraron con las iglesias incendiadas, de las que sólo quedaban los rescoldos, las imágenes religiosas (cuadros y esculturas) de sus reverenciados santos y vírgenes, desperdigadas, arrojadas en las calles, acuchilladas y con impactos de proyectiles. Sus casas habían sido saqueadas, con todos sus enseres destrozados. Todas sus pertenencias habían desaparecido quedando en la más completa ruina. Como puedes imaginarte fue desolador.
Aunque algunos aprovecharon esta circunstancia para no reconocer las deudas cuyos documentos se habían destruido y ocupar las propiedades de aquellos vecinos que no regresaron a la ciudad.
Este ataque evidenció las carencias defensivas que presentaban las obsoletas murallas medievales. Quedó la ciudad tan desolada y mermada de población que se pensó incluso en abandonarla y trasladarla a la otra orilla de la bahía, donde se encuentra El Puerto de Santa María. Pero, como podrás adivinar, se optó por reconstruir la ciudad. Cosa que se hará a lo largo del siglo XVII.